En un lugar cuyo nombre no quiero acordarme, paseaban dos buenos hombres un día de vendaval. Cabalgaban sobre ciento cincuenta caballos dotados de turbo. No se amedrentaban por nada y gozaban de la ruta por tan revirados caminos combatiendo contra las más temibles bestias y gigantes de metal que se cruzaban en su peculiar camino, haciéndoles detenerse en su empeño por alcanzar aquel recóndito lugar y volver sanos y salvos de tan sagaz aventura.

P.D. Y si soy zurdo, pero no manco.