sábado, 12 de septiembre de 2009

Diario de Viaje - Túnez -Día 3- Viernes 4 de Septiembre de 2009

Comienza nuestro tercer día de visita y cuarto de estancia en el país. Suena el teléfono, en pie. Desayuno, que como la cena del día anterior, es fantástico. Vuelvo a reiterar en la calidad de la Kasbah.
Primera visita, los grandes depósitos de agua de la ciudad. Nada relevante excepto su grean tamaño. A continuación nos dirijimos al mausoleo del "Amigo del Profeta". Panteón de uno de los seguidores y supuestamente amigos del gran profeta Mahoma y del que se dice que fue enterrado con tres pelos de éste. En dicho lugar, nos colocamos un bello pareo para poder acceder a su interior, ya que con el pantalón corto no tendríamos acceso. Ya dentro nos encontramos con un gran edificio con gran decoración y colorido como viene siendo típico en el mundo árabe.

La tranquilidad denota en el lugar sagrado. Invita a la oración y a la reflexión. Muestra de ello, las gentes del lugar.

Pero algo comienza a suceder. Cánticos bereberes requieren de mi atención. Por la puerta de acceso al mausoleo entra una familia al completo entonando cánticos y con ganas de festejo. Grandes galas y henna en la piel. Nos encontramos ante una circuncisión. En el medio del clan, mimos y caricias para el circundado. Un pequeño niño con cara de susto y con un curioso regalo; una recortada plateada de su mismo tamaño.
Me deja una verdadera imagen de su cultura. Tímidamente el pequeño mira mi objetivo. Mientras su hermana, (supongo) impasible, no percibe ser fotografiada y me brinda una imagen que a día de hoy aún está en mi retina.

Mientras el niño es intervenido, sus ascendientes esperan.

Abandonamos el mausoleo, no sin antes aprovisionarnos de agua. El día avanza y la temperatura sube. Siguiente parada; la Gran Mezquita de Kairouán. La ciudad más santa del Magreb, nos muestra su gran lugar de culto.

Otra vez, de nuevo nos colocamos nuestros pareos, y entramos en el templo. Magestuoso, su tamaño impresiona. Un gran patio central con arcos árabes nos recibe. Nos acercamos al lugar de oración. Su belleza impresiona. Se nos prohíbe la entrada, pero aún así, puedo fotografiar su interior. Semeja la mezquita de Córdoba, ahora entiendo su hermanamiento. Cuatro hombres rezan en su interior. El resto del lugar sagrado, desierto. Es temprano.

Salimos de la gran mezquita, subimos al bus y volvemos al zoco. Tiempo de compras y regateo. Hay más vida que el día anterior. Más turista, más oriundo.


Tras unas compras, volvemos al autobús, por delante más de cien quilómetros hasta nuestra siguiente parada; Sbeitla. Antes de la visita, comida. Sorpresa tras el café. Comienza a llover.

La lluvia nos da una tregua en el caluroso día y nos permite que la visita a las ruínas romanas sea un poco más fresca y sosegada.
Las ruínas se encuentran en un estado de conservación magnífico, con muchos edificios casi incorruptos. De Sbeitla, uno se hace una imagen de lo explendorosa que fue antaño.

Su foro es realmente espectacular. Creo que su visita ha merecido la pena.

Abandonamos el lugar, dejando atrás calles rectilíneas, bellos mosaicos, pilas bautismales, un anfiteatro y su arco triunfal.
Siguiente parada y noche; la ciudad natal de nuestro guía, Gafsa. Nos acercamos al sur y nos metemos de lleno en el interior del país.
Gafsa es una ciudad aparentemente tranquila, por motivos de lejanía de la zona turística, no la visitamos. Me quedo con las ganas.
Llegamos al hotel, un lugar un tanto curioso. De reciente construcción, su mantenimiento no es el ideal.
Entramos en nuestra habitación. Curiosa estancia. Su decoración parece sacada de las mil y una noches.
Salimos al exterior, un baño en la piscina nos reconforta, nos relaja y nos deja una gran estampa. Un ocaso fantástico.