miércoles, 16 de septiembre de 2009

Diario de Viaje - Túnez -El regreso-

Dicen que cuando te acostumbras a algo, cuesta abandonarlo. Cambiar a lo que te has habituado o enganchado se hace complicado dejarlo. Eso mismo es lo que me paso a mi, cuando le estaba cogiendo el gustillo a eso de trotear día sí y día también, cuando estaba iniciando decenas de relaciones personales, cuando empezaba a regatear de verdad o cuando empezaba a conocer la cultura en la que estaba inmerso, llegó el momento de regresar.
Despedidas nunca son buenas. Aunque sean temporales. En fin. Me recorre la nostalgia.
Pero me quedo con todo lo que una cultura, un país y un viaje rodeado de gente realmente fantástica, me ha y me han brindado durante ocho inolvidables días.
De allí me he llevado, fotos, cachivaches, champús y alguna herida. Pero de lo que más me he llevado, han sido recuerdos. Recuerdos que nunca se me borrarán, algunos me acompañarán otros me cambiarán.
Mezquitas, minaretes, mausoleos, casas de adobe y paja, cuevas y rincones de ensueño. Pueblos de colores bañados por el mediterráneo o ciudades imperiales de pálido color ocre. Bulliciosas urbes y pequeños poblados alejados de la mano de un Dios.
Campos de olivos, desiertos de piedras, de arena y de sal. Lugares inhóspitos pero llenos de vida.
Comerciantes, artesanos, maleantes, contrabandístas de gasoil, nómadas, pastores, hombres de negocios, todos tenían cabida en un lugar que siempre creí sin interés. Me equivoqué.
Gentes amables, curiosas, atentas. Gentes que viven de una manera sencilla, valorando lo poco que poseen.
Algo especial tiene Túnez. Algo que no sabría describir con palabras. Algo que envuelven esos cientos de aromas que sus perfumes y especias desprenden. Una cultura una forma de ver la vida distinta a la que estoy acostumbrado.
Merece la pena adentrarse en su mundo. Perderse en un país, que aunque explotado turísticamente, está todavía por descubrir.
Cuando vuelves a tu destino y llegas a casa, te das cuenta de que todo sigue igual. Que lo poco que se ha alterado son anécdotas insignificantes comparado con lo que tú has vivido, y, te das cuenta de lo único que ha cambiado has sido tú.
Por cierto, el fotógrafo a veces también es fotografiado, en un momento de espontaneidad. Compartiendo un poco de vida con las gentes del lugar. Ése lugar que me enamoró en mi viaje.
Y aunque no me guste subir fotos mías, hay estampas y momentos que merecen la pena por su naturalidad.
Gracias Isa. Gracias Araceli.