miércoles, 7 de octubre de 2009

De apariencia frágil

Un día, cual no quiero recordar por tal melancolía, un pequeño modelo se cruzó en mi camino o yo en el suyo. Espabilado como pocos, movía el rabo con clase. Tenia curiosidad por saber que hacía yo en su trayecto. Tenía curiosidad por verlo tras el objetivo. Nos mirábamos, tonteábamos. Ni ronroneos, ni palabras, el silencio enmudecía nuestro acercamiento. Inmóviles nos observabamos como seres extraños.
El tiempo se detenía.
De pronto, miaña. Me mira y maulla despidiéndose de tan corto encuentro. Con su clase, serpentea el rabo por última vez y de nuevo comienza su pausada pero estilosa marcha dejando atrás nuestro bonito y melancólico encuentro.