Era una tarde de domingo. Una de esas tardes en las que no hay demasiado que hacer sin escapar de la ciudand. El tiempo vuela y la tarde dura un telediario. El sol comienza a desaparecer en el horizonte. La puesta está servida. Su belleza me impide dejar de contemplarla aunque me encuentre en movimiento. Su belleza me pide detenerme y retratarla. Su belleza sólo interrupuda por la caída de la oscuridad de la noche.
lunes, 26 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario